viernes, 18 de abril de 2014

Crónica de un agradecimiento







Después de ver por primera vez la triste noticia de la muerte de Gabriel García Márquez, a través de Alejandro Romano en Facebook, he puesto en los comentarios que soy uno más de sus muchos deudores.

Es  mucha la deuda que tenemos todos con él.

Yo le debo a este hombre, no ya el placer y la diversión de la lectura, sino que también le debo el aprendizaje.

La manera que tiene de contar historias es única, original y una fuente inagotable de ingenio. Y digo tiene porque, cada vez que lo lea descubriré de nuevo y como nuevo, lo que creía que ya me había contado. Seguirá reinventándose como si las palabras se germinaran unas a otras para contarme de manera diferente cada vez, la historia que ya conozco.

De todas las cosas buenas que nos deja, hay una que a mí no sólo me sirvió de recreo, sino que también me ayudó a salir de algún agujero, esa cosa se llama imaginación.

He pasado por muchas etapas y he utilizado muchos recursos  para escribir canciones si no salían con la fluidez que esperaba. Son trucos de oficio que a veces me han dado resultado. Uno de ellos era dejar de intentarlo y ponerme a leer, ya fuera poesía, relato o lo que encontrara a mi paso por las estanterías; de esa manera dejaba de darme contra la pared una y otra vez, al mismo tiempo, cambiaba de tercio y llenaba el depósito.

Pues bien, uno de los libros que con más asiduidad me salían al paso en esas ocasiones era ¨ Cien años de soledad ¨.

Lo bueno es que me enganchaba; lo malo es que no volvía al tajo, precisamente por lo bueno.

Daba igual por donde lo abriera, ahí estaba la magnífica e imaginativa historia de la familia Buendía.

Otro relato que me enseñó  -por si se me había olvidado-, a sacarle el jugo a las palabras cuando parece que ya está todo contado fue ¨ Crónica de una muerte anunciada ¨.

Empieza así: ¨ El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5,30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo ¨.

De entrada, te dice lo que va a suceder al final del libro y, por si no te has enterado, continúa todo el relato de manera magistral, diciéndote que lo van a matar. Cuando llega el final, cuando piensas que no hay sorpresa que valga, el Sr. García Márquez nos regala una muerte sorpresiva y nueva, como si no lo hubiéramos sabido antes. Eso es malabarismo.



D. Gabriel, este joven músico de 45 años de  oficio; que aún aprende y trata de juntar palabras para contar historias, le está profundamente agradecido por las que usted me cuenta cada vez que me sale al paso en mitad de la noche y al compás de todo el silencio que se merece.

Buen viaje y muchas gracias.







2 comentarios:

  1. Que bien te expresas amigo Muriel y cuanta generosidad de tu parte por reconocer que te ha enseñado tanto y te seguirá enseñando .

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  2. Emotivo, carcano,,,,un abrazo muy grande y suscribo palabra por palabra,,,

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